Esquizofrénico, escatológico, grotesco, sublime: Esas son solo algunas de las cuantas palabras que encuentro para describir El Síndrome Guastavino, aquel semejante pedazo de obra que fue escrito por el mítico Carlos Trillo y dibujado por Lucas Varela, ya con dudas de si se lo publicaban o no. Es que en 2007 sus primeras páginas fueron vomitadas en la revista Fierro y para el 2008, mientras sus últimas páginas eran regurgitadas aun en la susodicha publicación, los dos genios recibirían un premio por parte del Festival de Angouleme. Sí, todo gracias al mismísimo Síndrome, conocido ahí en Francia como “La Herencia del Coronel” (L'heritage du Colonel). En esos años yo no debía saber ni quienes eran Trillo y Varela. Dudo incluso que supiera que existía la Fierro como tal. No sé en qué año exacto me crucé con la escoria humana de Elvio Guastavino. Debió de ser hace dos o tres años. Solo recuerdo que un día entro a mi comiquería de confianza y su dueño, que también es amigo, me dice: “A vos que sos así de enfermo, esto seguro te va a gustar”. Y me pasa, editado ya desde 2009 por parte de Reservoir Books, una versión recopilada de la obra que aquí nos compete. Amor a primera lectura, señores. Ahí en la misma comiquería, recién comprada, ahí mismo, la leí completa por primera vez. Muchos pueden relatar lo difícil pero disfrutable que es de digerirla, como si se tratara de un exquisito manjar coreano de pulpo vivo. Si la comparación es correcta, creo que yo me manduqué de un bocado al octópodo. El cómo sobreviví para contarlo es un misterio. Lo importante es que quedé muy impresionado: La mezcla de elementos chocantes me había llamado mucho la atención. ¿Cómo es que esos dos se atrevieron a hacer lo que hicieron? Y ¿cómo lograron un resultado tan armonioso? Porque no es fácil mezclar lo que revolvieron en la olla: historia de una familia con un fallecido padre represor de la dictadura, un protagonista con una obsesión sexual por las muñecas, humor negro y un estilo de dibujo tanto caricaturesco como inocentón… ¡Posta! ¡¿Cómo mierda hicieron?! Parece imposible hasta que recordás, justamente, la talla de los dos autores.