La más reciente crítica leopardiana revalida el sentido de los Cantos como macrotexto orgánico en el que cada composición y cada uno de sus elementos, contribuyen a construir un sistema riguroso de piezas interdependientes. Este valor queda ratificado a través del estudio sobre las variantes –realizado en profundidad por F. Gavazzeni en su edición de Rizzoli, Milán, 1998– de las dos versiones cuidadas y revisadas por Leopardi (Florencia, 1831, y Nápoles, 1835).