Sed y hambres no sabía su boca de jazmín; ni sabía su muerte (...) Rezaba Gabriela Mistral en su poema "Canción de Virgo" y no podría equivocarse. Porque el nacimiento de un virgo es siempre un acontecimiento trascendente. Como el poema mismo donde todo nace y todo muere. Porque el autor se ha detenido en medio de sus miserias literarias y nos ha dejado, a cambio, el camino para encontrarnos a través de ellas. Y es que Ricardo Javier ha renacido como el Fénix y cual virgo que aspira a ser nonagenario aprende la consabida resiliencia. En cualquier caso estos versos en su particularidad han salido fortalecidos. No hay dudas. Este poemario es un símbolo de vida. Una huella que se escribe y reescribe continuamente cual canción que también amarga desde lo más intimo. Las reflexiones devillianas respiran a través de estos poemas. Y abren las puertas al amor que es como abrir pequeñas puertas también, a las trampas.