Chile En El Abismo
by Javier Orrego C.Estimated delivery 3-12 business days
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Description
PRESENTACIÓN (FRAGMENTO): El círculo de los "indignados" de la insurrección del 18-O abarca un amplio espectro de individuos pertenecientes a distintos grupos sociales, reuniendo una amalgama de idiosincrasias y sensibilidades que va desde la aporreada clase media hasta los enrarecidos círculos de la izquierda radical y los grupos anticapitalistas y antisistémicos, entre los que destacan anarquistas, barras bravas, inmigrantes ilegales y mero lumpen, además de grupos radicales de diverso cuño, indigenistas, feministas, animalistas, ecologistas, comunidad LGBT, etc. Todos estos sectores se sumarían gustosos a cualquier invitación a salir a las calles a manifestar sus frustraciones, algunos pacíficamente -clase media, profesionales, empleados públicos-, otros con la única intención de llevarse todo por delante en defensa de una supuesta "dignidad", que se entendía pisoteada por la élite gobernante.
En el fondo, bastaba con mover las clavijas correctas para encausar los estados de malestar propios de la vida moderna que afectan a un gran porcentaje de la población -y que se traducen en altos niveles de estrés, ansiedad, depresión e insatisfacción generalizada-, para dirigirlos contra el supuesto culpable: el modelo económico, sostenido a su vez por una clase política desconectada de la realidad que suele abusar de sus privilegios. Plantado el chivo expiatorio el siguiente paso era, obviamente, "cambiar el modelo". De ahí a querer reemplazar la Constitución había un trecho muy corto que recorrer, bastaría con introducir el eslogan en las marchas y hacer resonar el eco de las consignas en los sets de televisión, que fue exactamente lo que sucedió. La fórmula era simple: ellos ponían la música y el pueblo bailaba. A fin de cuentas, la gente quería vivir en un país "más digno", "más justo", "donde nadie sobre" (excepto, claro está, los "ricos" y los "fachos" defensores del modelo). El anhelo por una nueva Constitución era la joya de la corona -después de todo, Bachelet había allanado el camino para ese cambio-, de modo que a la derecha blanda, deconstruida, devenida en progresista por causa de la aguda anemia intelectual que padece, cayó mansamente en la trampa y terminó por firmar el famoso acuerdo del 15 de noviembre de 2019 que abrió las puertas al proceso constituyente. Añadamos que, si fuera posible sacar una fotografía a las convicciones de los líderes de la derecha chilena, la imagen saldría, sin duda, muy pixelada.